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Análisis de caso: cultivos oleaginosos.
Uno de los sectores que pronto sufrirán cambios relevantes es el de los derivados de semillas oleaginosas (colza, girasol, lino). La colza ( EL RAPS) -una de las plantas más empleadas actualmente en la ingeniería genética vegetal y con mayor potencial comercial- es un ejemplo Ello se debe a dos factores, uno técnico y otro económico. La mejora biotecnológica de la colza se ha beneficiado de la puesta a punto de eficientes métodos de transformación con ADN recombinante, de los sistemas para la regeneración de plantas completas a partir de cultivos celulares y embrionarios, y del ingente conocimiento básico que se está obteniendo del estudio molecular de Arabidopsis, un pariente evolutivo de la colza. El impulso económico procede de la valoración, por parte de las industrias de transformación, de que la manipulación genética de la colza puede llevar fácilmente no sólo a un aumento de rendimientos, sino sobre todo a la elaboración de nuevos aceites y proteínas de alto valor añadido que podrían sustituir a otros productos derivados de otras materias primas. Actualmente existen decenas de nuevas variedades transgénicas de colza, algunas en avanzado estado de desarrollo y otras virtualmente ya en los mercados.
Entre las más espectaculares se pueden citar dos variedades de la empresa Calgene con 40% de ácido esteárico y 40% de ácido láurico (el que se da cuando las semillas de colza sin manipular sólo contienen 1 y 0.1%, respectivamente). La variante de alto contenido en ácido esteárico se podrá usar en la obtención de grasas sólidas (principalmente margarinas), con el potencial de desplazar en el mercado a otras fuentes naturales de esta sustancia. La variante rica en láurico tiene su salida en la fabricación de jabones y detergentes, pero igualmente encontraría nichos en la elaboración de dulces y derivados lácteos. Muy avanzadas están las investigaciones para obtener colza rica en ácido oleico, erúcico, ricinoleico y linoleico (con multitud de aplicaciones como biocombustible, en alimentación, en producción de lubricantes, medicamentos, etc.). Muy pronto será posible diseñar variedades “a medida”, enriquecidas cada una para un tipo o combinación de ácidos grasos, con modificaciones químicas concretas.
Casi todas las variedades transgénicas de colza poseen potencial de que sus productos mermen o desplacen de los mercados (y de hecho ese es su propósito) a sustancias procedentes de otros cultivos. Por ejemplo, el origen actual para el ácido láurico está en la palmera cocotera y en la palmera aceitera, dos cultivos estratégicos en ciertos países en desarrollo. Para un futuro muy cercano se esperan variedades de alto contenido y rendimiento en ácidos grasos y aceites concretos, que podrían incluso competir con derivados que hoy se obtienen en la industria petroquímica, y con la ventaja adicional de ser biodegradables. Esta ventaja no hará sino aumentar, conforme se vayan agotando y encareciendo las reservas de hidrocarburos fósiles. Con ser importantes, los cambios no se detienen aquí: los mismos subproductos de la extracción de los aceites de semillas verán su revalorización al encontrar nuevas posibilidades industriales y comerciales[2]. Aún más, la reciente manipulación genética de las oleosinas (proteínas de las envueltas de los orgánulos que almacenan las grasas en las semillas) deja expedito el camino para convertir a la colza en fábricas vivas de productos de interés farmacéutico y enzimas industriales, que serían purificados a bajo coste. Cómo afectará todo esto al mercado global de derivados de semillas y frutos oleaginosos es difícil de prever, pero está claro que habrá ganadores y perdedores en esta carrera por ganar posiciones. El procesamiento de las semillas oleaginosas habrá de adaptarse a la era biotecnológica: probablemente se crearán complejos formados por campos de cultivo de colza o girasol transgénicos especializados, conectados geográfica y funcionalmente con almazaras y plantas de procesamiento igualmente especializadas en extraer y purificar los productos de alto valor añadido. Para evitar problemas de mezclas inadvertidas entre semillas destinadas a usos diferentes, así como posibles fraudes, cada fábrica habrá de contar con un departamento de control de calidad provisto de técnicas analíticas precisas pero baratas. Como se ve, todo un nuevo concepto de la producción en este sector, que supondrá nuevas oportunidades de negocios y creación de empleo, pero también amenazas a núcleos productivos tradicionales que no sepan adaptarse. Lo dicho hasta ahora se refería a las semillas oleaginosas.
Por supuesto, tampoco puede aseverarse, pero lo que sí está claro es que las cosas no serán igual en el futuro para los países productores respectivos. Aunque la biotecnología de estas plantas leñosas está menos desarrollada, no cabe duda que las empresas que ya dominan la mejora de la colza o del girasol pueden fácilmente intentar el “asalto” tecnológico a los demás frutos oleaginosos, lo que, combinado a su posición privilegiada en los mercados internacionales, puede suponer un auténtico vuelco a largo plazo para sectores productivos importantes en las economías de ciertos países tropicales o (en el caso de la aceituna) de muchos países.
Un muy buen artúculo de gran importancia para la agricultura Chilena, cuando acá recién se empieza a hablar del biodiesel y de su promoción y legislación posterior para que se instalen inversiones en esta materia.
Saludos Rodrigo González Fernandez, biocombustibles.blogspot.com
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