El Rey en el punto de mira
En los países de la América española, como llamaba Carlos Rangel a Latinoamérica, el gesto del Rey ante Hugo Chávez he tenido una repercusión de la que aquí en España no nos damos bien cuenta.
Sabemos que Chávez es percibido como un peligro por parte de buena parte de América. Pero no todos advierten hasta qué punto. Chávez resulta peligroso por su ideología, por la agresividad de su política, por su ambición de erigirse en el patrocinador del retroceso al socialismo, y también por sus relaciones con el Irán de Ahmadineyad. De salir adelante su proyecto, Chávez abriría, entre otras cosas, el camino de los ayatolás a Latinoamérica. Con la perspectiva de un Irán nuclear, está claro lo que eso querría decir para el resto del continente.
Así que la toma de posición del Rey en la Cumbre ha puesto de manifiesto cómo el Gobierno de Rodríguez Zapatero encarna intereses contrarios a aquellos que España debería representar y promocionar en Latinoamérica.
En Latinoamérica España sigue siendo contemplada, todavía, como un modelo. El grado de prosperidad, de libertad y de estabilidad (por lo menos aparente) alcanzado en España es un referente para muchos latinoamericanos, no sólo para los que se vienen por centenares de miles a vivir aquí.
Pues bien, entre la obsesión por seguir una política contraria a la de Aznar y la alucinación cesarista de construir una alternativa a la globalización y a la democratización, plasmada en la Alianza de Civilizaciones, Rodríguez Zapatero y su Gobierno han empezado a destruir el prestigio de nuestro país.
Lo ha restaurado, por el momento, el Rey. El gesto, que le honra, también coloca a la Corona en una situación compleja. Volviendo al principio, el Rey se ha visto obligado a tomar partido en defensa de los valores sobre los que se ha construido lo que en Latinoamérica se percibe como el éxito español: el respeto al adversario político, la democracia como fin en sí misma y no como instrumento, la existencia de instituciones respetadas y la libertad de mercado.
Con un solo gesto y una sola frase, el Rey ha pasado a encarnar todo aquello contra lo que se ha dirigido la política del Gobierno. No abre, por ahora, una crisis institucional entre el Ejecutivo y la Corona. Pero pone de manifiesto lo cerca que estamos de ella, la brecha que la brutal política de estos años ha abierto en la vida española.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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