Por un lado, un foro en formación y la fiebre brasileña por el etanol ponen en primer plano la biomasa. Por el otro, la Unión Europea o su lobby agrícola- creen que esa gama alternativa trae inconvenientes.
Días atrás, en efecto, Brasil, China, Estados Unidos estos dos aún no adhieren al protocolo de Kyoto- y otros países anunciaban el establecimiento de un grupo para promover el empleo de tecnologías limpias. Para empezar, biocombustibles. Curiosamente, Argentina no figuraba en la iniciativa. Según informó la cancillería brasileña, también participan de la propuesta la Unión Europea, Sudáfrica e India. El foro ha pedido apoyo a Naciones Unidas. Su meta básica es un diálogo entre productores y consumidores, con la idea de estructurar un mercado mundial.
En efecto, la biomasa necesita elevar eficiencia en producción, distribución y venta de sus productos. Cabe subrayar al respecto que EE.UU. y Brasil son al mismo tiempo principales fabricantes y consumidores de etanol, un derivado del maíz, el sorgo o la caña de azúcar. Por el contrario, China e India serán importadores netos, una vez que resuelvan hacer algo con su abuso de combustibles fósiles contaminantes.
Las reuniones periódicas del foro llevarán un año y privilegiarán aportes y debates sobre aspectos tecnológicos y científicos. Su objeto es organizar el temario para una conferencia, prevista para 2008 en Brasil. Por el momento, este país es líder en etanol: produce 17.000 de litros por año, derivado de caña de azúcar.
Resultó pues extraño que, poco después, la agencia ambiental de la Comisión Europea señalase que los biocombustibles presuponen grandes problemas. De inmediato, medios allegados a dos poderosos cabildeos subsidios agrícolas, negocio petrolero- se hicieron eso de esas advertencias. Básicamente, el argumento se apoya en riesgos de contaminación, pero su objeto es frenar una propuesta (también en la CE) para que el uso de combustibles alternativos llegue a 10% del total. Para un semanario aferrado al mercantilismo (el Economist) eso es intervencionismo.
Esa meta se fija en 2020 y supera al 5,75% voluntario fijado en 2012. Probablemente, los jefes de gobierno aprueben la modificación en la cumbre programada para Alemania, el mes próximo. Ante eso, voceros informales de compañías petroleras e intereses agrícolas salen a afirmar que la biomasa puede crear tanta contaminación como los combustibles fósiles. Apelan a un ejemplo ya muy usado: si se emplea electricidad generada a partir de carbón para convertir maíz en etanol, las ventajas en términos de emisiones tipo efecto invernadero (monóxido y dióxido de carbono) serán desdeñables.
En este punto, salta una divergencia entre el lobby petrolero que busca ganar tiempo hasta organizar su propio negocio alternativo- y el agrícola. El asunto es claro: los países periféricos, cuyos cultivos rinden más en ese plano, producen biomasa barata y menos dañina al ambiente. Pero eso no les gusta a agricultores de la UE, pesadamente subsidiados y muy ineficientes. Su desmedida influencia explica que Bruselas imponga un elevado arancel al etanol brasileño y las especificaciones para biodiesel favorezca un insumo local caro (aceite de colza) sobre uno importado mucho más barato, el aceite de palma. Entonces ¿qué hace la UE en el foro de biocombustbles?
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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