VATICANO -
Carta del Santo Padre Benedicto XVI a los presbiterios por el inicio del año Sacerdotal, que "quiere contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo"
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Santo Padre Benedicto XVI ha enviado una Carta a los presbiterios por la apertura del Año Sacerdotal - en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el viernes 19 de junio de 2009 - con ocasión del 150° aniversario de la muerte de San Juan Maria Vianney, Cura de Ars.
En la Carta el Papa subraya que el Año Sacerdotal "quiere contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo", invita por lo tanto a considerar "el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma", subrayando "sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie
la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación".
Benedicto XVI recuerda a continuación con gratitud el primer párroco junto al cual ejerció su ministerio como joven sacerdote y los innumerables hermanos que ha encontrado y que continua encontrando, durante los viajes pastorales en las diversas naciones, "comprometidos generosamente en el ejercicio cotidiano de su ministerio sacerdotal". El pensamiento del Papa se dirige luego "a las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los destinatarios mismos de su ministerio: ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?"
Sin embargo, "también hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. En estos casos, es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros, cuanto renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de Pastores generosos, religiosos llenos de amor a Dios y a las almas, directores espirituales clarividentes y pacientes".
Las enseñanzas y los ejemplos de san Juan Maria Vianney pueden ofrecer a todos un significativo punto de referencia: " El Cura de Ars era muy humilde, pero consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente
Hablaba del sacerdocio como si no fuera posible llegar a percibir toda la grandeza del don y de la tarea confiados a una criatura humana
Parecía sobrecogido por un inmenso sentido de la responsabilidad"
Enviado a la pequeña aldea de Ars, de 230 habitantes, con la tarea de sanar "una situación religiosamente precaria", el Santo Cura se dedicó con todas sus energías a la conversión de su parroquia, "insistiendo por encima de todo en la formación cristiana del pueblo que le había sido confiado". En la Carta el Santo Padre invita a continuación a los Sacerdotes a pedir al Señor Jesús " la gracia de aprender también nosotros el método pastoral de san Juan María Vianney. En primer lugar, su total identificación con el propio ministerio".
El Santo Cura, que apenas llegado eligió la iglesia como su morada, "visitaba sistemáticamente a los enfermos y a las familias; organizaba misiones populares y fiestas patronales; recogía y administraba dinero para sus obras de caridad y para las misiones; adornaba la iglesia y la dotaba de paramentos sacerdotales; se ocupaba de las niñas huérfanas de la "Providence" (un Instituto que fundó) y de sus formadoras; se interesaba por la educación de los niños; fundaba hermandades y llamaba a los laicos a colaborar con él". A este respecto el Pontífice ha subrayado "los ámbitos de colaboración en los que se debe dar cada vez más cabida a los laicos, con los que los presbíteros forman un único pueblo sacerdotal", recordando "la calurosa invitación" del Concilio Vaticano II a "reconocer sinceramente y promover la dignidad de los laicos y la función que tienen como propia en la misión de la Iglesia".
El Santo Cura enseñaba a los feligreses sobre todo con el testimonio de la vida: "De su ejemplo aprendían los fieles a orar, acudiendo con gusto al sagrario para hacer una visita a Jesús Eucaristía
Estaba convencido de que todo el fervor en la vida de un sacerdote dependía de la Misa
intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística.
Al final, una muchedumbre cada vez mayor de penitentes, provenientes de toda Francia, lo retenía en el confesonario hasta 16 horas al día".
"Del Santo Cura de Ars - continúa el Papa - los sacerdotes podemos aprender no sólo una confianza infinita en el sacramento de la Penitencia, que nos impulse a ponerlo en el centro de nuestras preocupaciones pastorales, sino también el método del "diálogo de salvación" que en él se debe entablar. El Cura de Ars se comportaba de manera diferente con cada penitente
consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: Deus caritas est (1 Jn 4, 8)".
Aún convencido de su personal inadecuación hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial, el Cura de Ars "con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas. Se entregaba totalmente a su propia vocación y misión con una ascesis severa
Más allá de las penitencias concretas que el Cura de Ars hacía, el núcleo de su enseñanza sigue siendo en cualquier caso válido para todos: las almas cuestan la sangre de Cristo y el sacerdote no puede dedicarse a su salvación sin participar personalmente en el "alto precio" de la redención".
Benedicto XVI subraya a continuación que "en la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico" y recuerda en particular como el Cura de Ars supo vivir los "consejos evangélicos" en su condición de presbítero. "Su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la "Providence", sus familias más necesitadas.
También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles.
También la obediencia de san Juan María Vianney quedó plasmada totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio".
En la parte final de la Carta, el Santo Padre dirige a los sacerdotes "una particular invitación a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente" y los exhorta a vivir la comunión con el Obispo: "Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva.49 Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio".
En la conclusión de la Carta, el Pontífice señala en San Pablo, al llegar ya prácticamente al final del Año Paulino, "un espléndido modelo sacerdotal, totalmente "entregado" a su ministerio" y confía a la Virgen Maria este Año Sacerdotal, "pidiéndole que suscite en cada presbítero un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars". "Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz", es la exhortación final del Papa. (S.L) (Agencia Fides 19/6/2009)
Links:
Texto completo de la Carta del Santo Padre en italiano
http://www.fides.org/ita/magistero/bxvi/lettere/lettera_sacerdoti_180609.html
Texto completo de la Carta del Santo Padre en alemán
http://www.fides.org/deu/magistero/bxvi/lettere/lettera_sacerdoti_180609.html
Texto completo de la Carta del Santo Padre en francés
http://www.fides.org/fra/magistero/bxvi/lettere/lettera_sacerdoti_180609.html
Texto completo de la Carta del Santo Padre en inglés
http://www.fides.org/eng/magistero/bxvi/lettere/lettera_sacerdoti_180609.html
Texto completo de la Carta del Santo Padre en español
http://www.fides.org/spa/magistero/bxvi/lettere/lettera_sacerdoti_180609.html
Texto completo de la Carta del Santo Padre en portugués
http://www.fides.org/por/magistero/bxvi/lettere/lettera_sacerdoti_180609.html
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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