¿El ser humano sigue evolucionando? El futuro de la humanidad (I)
La pregunta parece un poco obvia, pero no lo es tanto: ¿el ser humano sigue evolucionando? Sin ir más lejos, el otro día, alguien me dijo que evidentemente seguimos evolucionando y que no debemos que dejar de hacerlo nunca. Mi ex profesor de EGB, un día, también nos propuso el siguiente ejercicio: ¿cómo evolucionarán los seres humanos con los años?
Mi ex profesor nos puso como ejemplo el largo cuello de la jirafa: si es tan largo es porque, de tanto estirarse para comer frutos de los árboles, generación tras generación, se ha ido alargando. Como si fuera chicle. Bajo esta idea errónea y lamarckiana de la evolución, todos empezamos a describir humanos sin nada de pelo, de grandes cabezas por pensar tanto, y sin apenas músculos porque la tecnología lo haría todo por ellos.
Pero la realidad es otra. Cada vez que nace un bebé, lo hace totalmente ajeno a la evolución cultural de la sociedad. Un bebé nace igual que si lo hiciera hace millones de años. No hay pruebas de que el genoma humano esté cambiando en alguna dirección nueva. No se agranda nuestro cerebro, ni tenemos dientes más pequeños porque ya no los necesitamos para roer la carne.
Los cambios que sí apreciamos, sin embargo, son de menor consecuencia. Como el cambio de las frecuencias de los rasgos raciales: color de la piel, tipo de pelo, proteínas de los linfocitos e inmunoglobulinas, debido al crecimiento demográfico más rápido de los países en vías de desarrollo.