Manuel Camblor
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Para no olvidar: Una de mucho bueno (y 2)
A ver si me pongo al día con las historias de vinos
Como les decía, la tarde de aquel primer sábado de junio tocaba el evento que servía como segunda justificación de mi escapada a Nueva York. En planes desde hacía tiempo estaba el gran jeebus anual con motivo de los cumpleaños casi simultáneo de varios ilustres enochalados neoyorquinos. Este año tanta gente había aceptado la invitación que hubo que mover la fiesta de su habitual sede, el apartamento de Brad Kane, a lo de SFJoe, que es mucho más grande y mejor dotado para mayor público.
Con lo que no contamos fue con que irían más de veinte personas. Pero nada, que al final nos bandeamos y la celebración fue todo un éxito. Presente estaba Kane, junto a Chris Coad y su esposa, Lisa Allen, quien era una de las festejadas. También estaban el Dr. K, Josh Raynolds, Michel Abood. El verdadero Jay Miller, Joe Dressner y su esposa Denysel Louis, Eden Blum y su marido y un montón de personajes más, algunos de los cuales veía yo por primera vez en mi vida.
Se bebió alguito.
Comenzamos con el Larmandier-Bernier, Brut Naturel Premier Cru "Terre de Vertus", Champagne NV, profundamente mineral de una forma patentemente marina. Brillantemente limpio y puro, con tremendo agarre cítrico-mineral. Bien seco e implacablemente enfocado. Rico, rico, rico.
Acto seguido (y no se imaginan cuan seguido; estos jeebus tienden a ver las botellas aparecer a velocidades vertiginosas) apareció el Edmond Vatan, "Clos de la Néore", Sancerre 2006, un vino vibrante, vital, con una nota de yodo encima de fruta de hueso y cítricos apretados. Acojonante mineralidad, como de costumbre. Eso sí, lo noto bastante abierto de hilvane. Quizás no sea de tan largo plazo como es habitual con Vatan.
A toda máquina continuamos con un François Cotat, "Les Monts Damnés", Sancerre 1989. La broma era que ésta botella, si era fraudulenta, era el fraude más burdo de la historia. Sobre la añada que ostensiblemente ponía en la etiqueta había una pegatina como de Dymo que ponía 1989. Pero no, SFJoe, de cuyo haber salió este ejemplar, nos explicó que lo compró directamente en el domaine y que, al parecer, se les habían agotado las etiquetas del 89, por lo que tuvieron que improvisar, dejando como única constancia de la auténtica añada delvino la marca en el corcho.
Vamos, que aquí teníamos otra que, si fraudulenta, era una obra de arte de esos menesteres. La describí como"un bonbón de madreselva". Precioso vino, cremoso y opulento, pero a la vez con un aspecto de delicadeza que lo hace sumamente atractivo.
El Robert Denis, Touraine "Azay-Le-Rideau" 1989 me hizo plasmar una nota que, vista retrospectivamente, resulta irrisoriamente contradictoria. Digo que es "como ver un bloque de granito explotar", pero a la vez lo describo como "implacablemente cerrado; bello en su severidad". No sé, a la vez explosivo y retraido
¿Será posible?
Había yo traido de Chelsea Wine Storage una botella de aquella caja del Movia, Rebula, Brda, Gorincka, Eslovenia 2004 que compré tras mi cumpleaños del 2007 por lo sorprendentemente excelente que me encontré este vino. Quería ver en qué andaba y resultó ser, al menos en opinión de Josh Raynolds y un par más de lso presentes, "la revelación blanca de la noche". Una botella excelente, la verdad. Aromas de maíz, membrillo, manzana dorada y arena. Boca sedosa, pero con excelente agarre. Largo, con dejes de naranja y humo entre su mineralidad final.
Otro salido de mi casillero en Chelsea fue el J. Moreau, "Les Clos", Chablis Grand Cru 1995. Creo que esta botella la compré en la tienda de la desaparecida Cadierno Corporation, cuando vivía en Puerto Rico. Muchas tardes de sábado excelentes pasé en aquella Cava de Cadierno, donde uno podía abrir los vinso que compraba y compartirlos con amigos en cómodas mesas. Habré probado este chablis, lo tendrían a buen precio y decidiría guardarlo, para encontrármelo en Nueva York una década después
O algo así va la historia.
Sorprendentemente fresco y no bullshitoso para chablis de negociante. Vamos, que hasta sí parece grand cru y todo
Ostras, beurre blanc, manzana, naranja, limón persa
Se deja beber. Hasta podría acusársele de tener garra y persistencia.
Alguien me señaló que probara el José Pariente, "Varietal Verdejo", Rueda 2007. Aparentemente lo consideraba lo máximo de Rueda, etc. Yo respondí con mi sonsonete de siempre, que si Blanco Nieva Pie Franco y no hay más ná, etc., etc. Este en particular me lo daña un aroma de fruta de la pasión bastante forzado, que borra cualquier otra traza de carácter. Por lo demás, aparte de monótono, es limpio y persistente. De hecho, esa persistencia es lo que tiene de particular este vino, pues se queda un buen rato, en su maracuyez crónica.
Un Inwood Estates, Palomino-Chardonnay, Dallas Texas 2005 fue la novedad extraña de la noche y resultó bastante terrible. Huele al pie de manzana de McDonald's (olor que se me quedó marcado indeleblemente en la memoria desde la niñez y que no hay manera de hacerme olvidar, aún si hace décadas que no entro en uno de los susodichos antros comistrágicos), a bombones de banana, paja y merenguitos azucarados. Asqueroso. No provoca a echárselo en la boca, pero yo lo pruebo, por lo de dizque ser "justo". Fofo, caliente, torpe. Uno de esos que te hacen pensar que quizás esto de las regiones vitivinícolas emergentes debiéramos repensarlo mejor.
Para quitarme este desastrillo de la memoria lo más pronto posible, el Dr. K me echa en la copa un poco de Moët & Chandon, Brut "Cuvée Dom Pérignon", Champagne 1990 que sí que está bueno y me recuerda que las grandes marcas tiempo atrás eran mucho más que fashionismo pendejo. Dom Pérignon era Dom Pérignon y se respetaba. Aquí un vino que, aunque es opulento y no se anda con timidez en cuanto a ciertos aspectos pasteleros, tampoco sacrifica en lo más mínimo la elegancia y la precisión. Cremoso, vibrante y perfectamente enfocadoun vino del que me sería imposible cansarme.
Refrescado por el Dom, decidí entrarle, antes de pasar a tintos, a otra champaña, que había aportado yo mismo, el Fléury, Rosé de Saignée, Champagne NV. Anticlímax absoluto después del noble anterior. Aquí hay voluptuosidad y dulzor frutal fácil, pero al final resulta demasiado trivial y olvidable. Seguí de largo pronto y cambié la copa para entrarle al Marcel Lapierre, Morgon 2006, que es pura frambuesa y fresa con una vivísima vena granítica. Limpio, auténtico y larguísimo. Luego pasé a un Fourrier, "Les Gruenchers" Vieille Vigne, Chambolle-Musigny Premier Cru 2001 que no podía estar más lejos de su momento. Completamente cerrado, dando señas vagas de frutas rojas y fina mineralidad. Pero ahora mismo no quiere trato con nadie.
En otro orden de ideas completamente, me dí de frente con una maravillosa botella del Château Giscours, Margaux 1971. Anís, hierro, pimienta, lavanda, cáscara de naranja, cedro, nuez moscada y ciruela roja. Muy presente, de hecho, vivaz. Un margaux de cuerpo medio, jugoso, fresco y sumamente elegante, con excelente estructura. Cierto agarre tánico aún en el final.
Un Joseph Roty, "Cuvée de Très Vieilles Vignes", Charmes-Chambertin Grand Cru 1992 me sale al encuentro y se cree que es un Saint-Emilion de la parte llana de esa zona, lo que no es particularmente bueno, a mi ver. Huele a tomate, cenicero, cereza, arándano y tierra negra, con un asuntito de fondo que no deja de hacerme pensar en morcillas. En boca es rústico y bastante tímido de entrada, aunque largo. Raro vino.
Eché yo mano a mi mochila, que estaba a un lado de la sala. En Chelsea me había entrado una peculiar indecisión sobre qué traer a la fiesta y había comenzado a echar al saco botellas muy dispares, sin particular lógica más que el que se encontraran en cajas cercanas en mi colección. Siendo como soy y viendo que éramos suficientes, me decidí a abrirlo absolutamente todo, a ver si por lo menos con algo ponía la pica en Flandes.
Primero abrí una botella con cierto significado sentimental, pues me la había regalado el mismísimo Don Giacinto Brovia cuando visité su cantina hace unos años. Medió dos botellas de este vino con una expresión enigmática en la cara. Era su experimento de vinificación "al estilo del otro bando", o sea, con madera nueva, etc. Se trataba del Brovia, "Solatio Brovia", Dolcetto d'Alba 2003 y es triste decirlo, por lo mucho que tiende a gustarme todo lo que hace este magnífico elaborador piamontés, pero qué va
Huele a mantequilla de maní, ciruela rostizada y eneldo, mucho eneldo. Grande, redondo, fofo y goloso en boca. Me resulta incomprensible. Y creo que no fuí el único en la concurrencia con esta impresión.
No dejando que se discutiera mucho este dolcetto, abrí un Charles Joguet, "Les Varennes du Grand Clos", Chinon 1997. Al verlo en mis cajas recordé lo leido hace unos meses en Le goût et le pouvoir de Jonathan Nossiter y quise calibrar opiniones sobre vinos más recientes de Joguet.
El atractivo aroma de éste me remontó a otra época de mi vida, a navidades pasadas en Alemania, cuando servían vino caliente con especias y naranja, aquel Glühwein que mataba el frío inmediatamente. Está aquí junto a toronja rosa, cereza, ciruela e incienso. Ligero en boca, pero especiado y sorprendentemente suculento en el medio. Muy pulido. Quizás, entre tanta exuberancia aromática, es en ese pulido que emerge el fallo, pues se le siente quizás menos estructurado de lo que debiera ser. Al final te suelta una nota perfumada que recuerda a potpourri.
El Dr. K había traido con él a Alex, un amable muchacho, también ruso, que trabaja con él y se ha vuelto entusiasta del vino. Alex había traido a la fiesta una botella de Château Léoville-Poyferré, Saint-Julien 1998.
Sí, ése
.
Anjá. El de Michel Rolland. El que me engañó de jovencísimo por lo accesible y sabroso que estaba y con el que se me rompió el corazón al enterarme de que una de mis propiedades favoritas de todo Burdeos ahora se encontraba bajo la nefasta influencia del consultor superestrella.
El gentil Dr. K andaba atrás de ver un poco de comedia. Como el pródigo Latin Liquidator había vuelto a casa, era justo que el pródigo Latin Liquidator soltara una pataleta lúdico-crítica como en los buenos tiempos.
Y es que me la puso fácil, porque esto es un esperpento maderístico I-M-P-E-R-D-O-N-A-B-L-E. Huele hueco. Podía bien estar oliendo una barrica nuevecita que no ha tenido nunca nada que ver con vino. Creo conocer bien a Léoville-Poyferré. Durante los últimos veinte años he probado un montón de añadas, en circunstancias distintas, y declaro sin que me quede nada por dentro que sencillamente no es esto. No tiene nada que ver con esta horriblemente enmaderada, fofa y caliente imitación de Napa.
Bueno, imitación de Napa actual. Porque si hubiesen intentado hacer algo del Napa de otra época, quizás lo hubiese aceptado. Pero no. Duele pensar que uno de los más nobles terroirs bordeleses haya sido reducido a producir algo de tal vulgaridad.
Pero hablando de Napa de verdad, cuando una botella de Château d'Armailhac, Pauillac 1998 que saqué de la mochila me salió fatalmente cocinada, abrí inmediatamente un Chappelet, Cabernet Sauvignon "Signature Series", Napa Valley 1995 que me sirvió para recordar la magia californiana de otros tiempos, que ya casi nunca se da. Aroma penetrante de eucalipto con una nota de whisky sureño (no alcohol, sino más bien el olor de las viejas barricas de bourbon) que sirven como preludio a frutas negras puras, notas térreas, yodo y una vainilla discreta, pero presente. Todo está sumamente bien integrado. El vino, en boca, es corpulento y un poquito rústico, pero sin dejar de poseer una cierta gracia. Muy sabroso, a su manera, y bien largo.
Me disculparán que hasta ahora no haya mencionado nada sobre la comida, pero en realidad no apunté. La velada incluía que cada invitado aportase algo de comer. Yo, como ya no tengo cocina propia en Manhattan, puse los quesos, entre ellos una deliciosa torta de la Serena (con los restos de la cual SFJoe prepararía, añadiendo hongos chanterelle negros, una magnífica tortilla de desayuno a la mañana siguiente). De que comí, comí, y bastante hubo de delicioso. Pero fallé al no anotar los pormenores de cada plato.
Una última de las mías. La botella la adquirí en Les Caves Taillevent hace ya tiempo, mucho antes de reencontrarme con el productor en el portafolio de Joe Dressner. De hecho, no tenía ni la más mínima idea sobre la añada, o sea que era echar a la suerte ese Marc Angéli, "Cuvée Christine", Anjou 1993. Deliciosa nariz de albaricoque, fresa y especias de bizcocho navideño. Casi seco en boca y un tanto hueco en el paladar medio. Pero bonito y sabroso.
El último vino del que apunté algo fue un Trimbach, Gewurztraminer "Hors Choix" Séléction des Grains Nobles, Alsacia 2000 que aún se sentía muy primario, pero sirvió bien con los quesos. Miel, kumquat, albaricoque y arena. Muy dulce. Y no muy largo.
El domingo, tras el ya mencionado desayuno nutritivo, me fuí de compras por SoHo. Tenía como misión acrecentar el guardarropa tropical de Josie. He de decirles que derivo un gran placer de comprar ropa para mi mujer. Cosas mías, vamos. Si quieren ponerse a sicoanalizarme, allá ustedes. Yo les diré que se trata de algo puramente estético. Comienzo por tener una esposa muy guapa y con excelente figura. Luego está el hecho de que la ropa de hombre, la que las normas sociales dictan que debo vestir, resulta extremadamente aburrida
Puedo deleitarme ne formas y colores, en cortes atrevidos y adornos singulares, al comprar ropa para Josie. Eso vale.
En fin, que tras un largo día de mucha boutique y de mucha dependienta que o me miraba raro o sonreía cálidamente cuando le anunciaba lo que buscaba y para quien lo buscaba, nos fuimos SFJoe y yo a cenar a Landmarc, un bistro a dos cuadras de su casa, con una botella de sobaquillo.
Ah, ¿les he mencionado que en Nueva York en ese fin de semana que estuve hizo un calor infernal?
Nada, por lo de contextualizar correctamente.
Pues llegamos a Landmarc y, por lo de seguir siendo exagerados, nos pedimos una botella de la carta, para hacerles más grato el no cobrarnos descorche por la que se trajo SFJoe. La intención original había sido de pedir el Do Ferreiro Cepas Vellas 2006, que según Joe había estado en la lista de Landmarc a un precio excelente, pero la amable chica que nos atendió nos anunció. Poco después de ordenar la botella, que se les había agotado.
Nos transamos por un Stéphane Tissot, Savagnin, Arbois 2004. O creo que era 2004. No me fijé tan bien. En lo que sí me fijé es en que esto se comporta como el más excelente fino en rama, pero a 12 y pico% de alcohol y con una mineralidad mucho más definida. Refrescante. Sabroso. Y perfecto con los calamares fritos que ambos pedimos de entrante.
Con el plato principal (yo pedí mollejas que resultaron depender de pan molido para salir "crujientes", cosa que no me gustó tanto, pues no puedo dejar de pensar en un cierto efecto "Molleja McNugget", aunque estuviesen muy buenas; es que las prefiero bien sazonadas y a la plancha) nos abrieron la botella que trajo Joe, de Château Ausone, Saint-Emilion Grand Cru 1971. Este es un vino que había probado un par de veces antes y que recordaba muy gratamente. Una botella impecable. Aromas de cereza negra, chipotle, frambuesa negra, té negro y notas voladoras de alcanfor y violetas. En boca es ligero pero perfectamente presente. Tiene esa "acuosidad" de que tanto les he hablado como una cualidad positiva en los mejores burdeos, la que da seguidillas. Largo, limpio y sumamente bien definido. Un vino elegantísimo. Otro de los que jamás podrían cansarme.
-Mi copa de Ausone 71 en Landmarc-
Regresados a casa, SFJoe y yo nos sentamos en su sala a conversar sobre la vida, el trabajo, los hijos y mi proceso de adaptación a Santo Domingo. La animada charla la acompañamos con un Cavallotto, Barolo 1970que, francamente, estaba más duro que el carajo. Lo volví a probar unas cuantas veces durante varias horas y luego de neuvo a la mañana siguiente y sencillamente se rehusaba a moverse. Aromas quedos de rosas marchitas, carne ahumada, tomillo, cereza seca y un tonito sudoroso. Tremendamente tánico en boca. En el posgusto hay una nota acaramelada que resulta un poquito preocupante, pero en general está vivo, en una especie de animación suspendida.
Me imagino que les parece que para un fin de semana exageré un poco con tanta comida y vino. Pero vamos, que yo volvía a mi nueva casa. Tenía que saturarme, para que me duraran las sensaciones hasta poder regresar de nuevo a mi adorada Nueva York. El lunes, mi último día, me dediqué a convocar otro jeebusillo.
Nos lo montamos un grupito pequeño en Café Cortadito, el mejro restaurante cubano de todo Manhattan, sin discusión. Esta joyita la descubrí justo antes de mudarme y me encantó volver ahora. Laa comida es magnífica y los dueños son amabilísimos. Allí llegamos SFJoe y yo a encontrarnos con Jorge Henríquez y su amigo Izzy, además de Jayson Cohen. Muchos vinos. Muchos vinos.
Comenzamos, como lo hicimos la última vez que fuimos al Cortadito, con el Rudolf Fürst, Riesling "R" Centgrafenberg, Franken 2006. Igual que la última vez, la botella la traje yo. Izzy y Jorge, que estuvieron aquella vez, recordaban el vino muy bien. Para Joe y Jayson fue más bien una sorpresa. Purísima toronja. Y toronja. Y más toronja. Y luego más. Impresionante cuanta toronja puede tener un vino. Luego una mineralidad aguda. Excelente intensidad, aunque esta botella se mostró menos compleja que la que probé en abril.
Continuamos con el Prager, Grüner Veltliner "Weissenkirchen Achleiten", Wachau 1999, que presentaba una exótica nariz de pimienta blanca y bulbo de anís y mineralidad sobre melón y guanábana. En boca es expansivo y tremendamente mineral. Justo antes del posgusto te sorprende con un aspecto como de frutas rojas. Tremendo vino. Muy joven todavía.
Pasamos a un Domaine des Baumard, Savennières 2002 que trajo Jorge. Yo desde hacía unos años venía algo desilusionado con los vinos de los Baumard. Como que no me hablaban y encontraba mejores savennières de otros productores demasiado a menudo. Este trae aromas de desinfectante con fragancia de pino como el que usaban para limpiar los baños del colegio de curas en que hice la secundaria, cuando los limpiaban. También hay piel de manzana, trigo y limón en conserva. En boca es apretadito y sorprendentemente vivaz. Aunque no es suficiente para seducirme, mantendré los vinos futuros de este productor en la mirilla.
Yo anduve de compras vínicas por la mañana y, claro está, traía alguito que probar. Primero, un Gurrutxaga, Rosé, Bizkaiko Txakolina 2007 que estaba sensacional. Bonita nariz de agua de rosas, fresa fresca, tierra y la más sutil notita animal que no, no molestaba. Ligero y afrutado en boca, con un posgusto que se hace etéreo. Muy rico.
Había, por si un chacolí rosado fuese poco, también un Ameztoi, "Rubentis", Getariako Txakolina 2007 que resultó bastante distinto al Gurrutxaga. Chicle bomba de fresa y melón bañado en té de jazmín y cubierto con talco, luego arena. Delicado, fresco y muy interesante. Ambos rosados dieron excelente juego con los sandwichitos cubanos que vinieron como entrantes.
Pasamos a tintos con un Pierre et Catherine breton, "Clos Sénéchal", Bourgueil 2004. Yo me esperaba algo mucho más cerrado y arisco que lo que me encontré. Un bonito perfume de porpourri sobre purísima fruta que describí como "cereframbuesarándano" en mi libreta. Y mucha piedra. Suculento en boca, con tremenda garra tánica en el final. El mejor compañero, de entre los vinos que teníamos, para la divina vaca frita del Cortadito.
-Das ist eine Vaca Frita-
Otro que traje yo fue un R. López de Heredia, "Viña Bosconia" Reserva, Rioja 2000, el Bosconia "más reciente". Les conté de una botella transcendental de Tondonia 73 e la última entrega y de coo López de Heredia me da tantísimas alegrías en este valle de lágrimas que es la "cultura" actual del vino. Pues hay raras ocasiones en que me desencanta una botella. Esta fue una de éllas. Un Bosconia bajo en acidez, pesado y descoyuntado. Mucha madera por delante que no deja apreciar bien los elementos de frutas negras, té y violetas que hay detrás. Espero que sólo se trate de una fase torpe y que su estructura esté meramente oculta, no ausente.
Lo mejor de la noche fue la aportación de Izzy. Y "mejor" no solamente por el vino mismo, que era extraordinario, sino por la secuencia de coincidencias que se desató inmediatamente. El vino era el Vega Sicilia, "Unico", Ribera del Duero 1960. Izzy lo había traido porque quería compartirlo con nosotros. Lo que no se imaginaba era que 1960 es el año del nacimiento de nuestro queridísimo SFJoe y que esa calurosa noche de junio, ahí mismo en Café Cortadito, ¡era su cumpleaños!
Si lo hubiésemos planeado, no hubiese podido salir mejor. Las estrellas se alineraron y Joe pudo disfrutar un vino de su añadaque es tan desafortunada como la mía en casi todo el mundo, pero que en algunos lugares dió algo de buenola misma noche de su cumpleaños.
Estábamos meditando sobre la probabilidad de semejante coincidencia cuando a Joe se le ocurrió llamar a un sumiller muy amigo suyo en San Francisco. Aparentemente, la compañera sentimental de este amigo de Joe también cumplía años y estaba celebrando. Al preguntar Joe lo que estaban bebiendo en esos momentos, otra sorpresa: Tenían el "Rubentis" 2007 sobre la mesa, en la otra costa de los Estados Unidos. Nexos místicos, vamos
Pero el Vega Sicilia. Inicialmente la nariz es toda barrica de Missouri de esas que tanto usaba Vega Sicilia antes. Mucho eneldo, crema de coco y especias. Debajo todavía hay fruta roja de admirable frescura con elementos cárnicos y ligeras notas florales. Se tienta uno a decir que es demasiada la madera, pues en realidad el vino es medianito de cuerpo. Pero no, hay un equilibrio muy interesante y una acidez vibrante que levanta el todo. Muy buen final, especiado y con acentos de tabaco. Con un rato de aire se apaga un poquito. Lo hemos pillado un poquito más allá dle cénit, pero aún delicioso.
Me levanté muy tmeprano a la mañana siguiente. Había ordenado un Town Car para Kennedy. Lo conducía un chino muy conversador. Me preguntó, creo que tratando de practicar su inglés, de dónde era yo. Le dije. Luego me preguntó si mi viaje había sido de negocios o placer.
Les dejaré adivinar lo que respondí
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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