"Antes de morir, mi padre me encargó recuperar los carteles", recuerda Peter Sachs, hijo del Hans Sachs, un alemán judío pionero en el coleccionismo de carteles publicitarios de finales del siglo XIX y hasta los años 20 y que lo perdió todo huyendo de los nazis.
Peter Sachs ha escuchado en innumerables sobremesas familiares la historia de terror y humillación sobre la detención de toda la familia en la Noche de los Cristales Rotos, de 1938, en Berlín. "Hasta ese momento mi padre había creído que la convivencia era posible y que el nazismo no era más que una especie de sarampión que estaba pasando la sociedad alemana y que terminaría sanando. Pero esa noche irrumpieron en casa, golpearon incluso a mi madre y los metieron a todos en una furgoneta para trasladarlos a una prisión improvisada de las SS", recuerda.
"Recibieron ayuda de familiares para comprar su libertad. Pagaron con joyas de la abuela y con todos sus ahorros y decidieron huir a Estados Unidos. Lo malvendieron todo, incluido el instrumental de la clínica dental de mi padre, excepto los carteles. Entonces no eran tan valiosos económicamente, pero para él tenían un gran valor artístico y sentimental, de forma que, antes de dejar Alemania, los puso en manos de un amigo, el banquero amigo Richard Lenz, para su custodia".
Peter Sachs se había interesado durante cuatro décadas por una materia nueva y de fulguroso crecimiento, la publicidad, y había reunido una colección de carteles que incluían obras de Wassily Kandisnky, Otto Dix, Käthe Kollwitz, Max Pechstein o Henry van de Velde que los propios artistas habían considerado menores, pero que para Sachs suponían un valor artístico e histórico.
"Le fascinaba el poder de las imágenes publicitarias y se hacía con los originales siguiendo su propio criterio. Después pasaba horas contemplando los carteles y llegó a ser una problema cómo almacenarlos, porque acabó reuniendo más de 12.000 piezas, según él mismo recordaba", relata Peter.
"Mi madre me contó muchas veces sobre un pequeño incendio que hubo en el sótano de la casa y cómo mi padre se lanzó a rescatar los carteles entre las llamas. Después de aquello quiso buscar un lugar apropiado para su colección y encargó al arquitecto Oskar Kaufmann un proyecto para un pequeño Museo de Arte gráfico Aplicado y en 1926 el proyecto estaba listo.
Incautación y batalla legal
Por entonces la colección reunía "12.300 carteles más 18.000 tarjetas", enumera Sachs. Pero había en Berlín otro hombre capaz de reconocer el poder de aquellas imágenes, Joseph Goebbels, y los planes para el museo llamaron su atención y despertaron su instinto depredador. Después de que los Sachs abandonasen el país, la colección fue incautada por el Ministerio de Propaganda del Tercer Reich.
Tras la II Guerra Mundial, los Sachs creyeron que la colección había desaparecido definitivamente en los bombardeos y Sachs recibió una indemnización de 225.000 euros que hoy supondrían unos 600.000 euros. Pero a mediados de los años 60 aparecieron varias cajas con carteles de Sachs almacenadas en un sótano del Berlín oriental y el coleccionista movilizó a una oficina de abogados en Nueva York para que solicitasen formalmente la devolución de las obras. De los alrededor de 8.000 carteles que aparecieron después de la guerra, hoy solo quedan 4.200. No se sabe qué pasó con el resto.
El legítimo propietario de la colección topó entonces con la negativa de la Alemania comunista. Las autoridades de la República Democrática Alemana hicieron tasar los carteles y, conscientes de su valor, decidieron que pasarían a integrarse en los fondos del Museo Histórico Alemán de Berlín oriental.
En su lecho de muerte, en 1974, Sachs encargó a su hijo recuperar los carteles a los que había seguido la pista en la distancia, negándose a viajas a Berlín para volver a verlos con sus propios ojos. Pero has la reunificación de las dos Alemania todo fueron negativas.
"Hasta en 2007 han seguido negándose a la devolución. En 2009 conseguimos una primera resolución positiva de un tribunal alemán, pero el asunto ha ido pasando de instancia en instancia hasta llegar al Supremo. Los jueces han tenido que recurrir a una ley de 1949 para obras de arte incautadas por las Fuerzas Aliadas que han considerado se debía aplicar a estos carteles y ha sentenciado que deben ser devueltos a la familia. Por fin se cierra un círculo que ha permanecido abierto durante toda mi vida", dice Peter Sachs sonriendo.
No está claro todavía qué será de la colección. "Sabemos que hoy vale por encima de los cuatro millones de euros, pero no quiero vender nada. Me gustaría que estuviera expuesta al público, que se pudiese visitar, pero debo informarme primero sobre la parte fiscal y, si no podemos afrontar su mantenimiento, tal y como he hablado con mi madre en alguna ocasión, quizá pidamos ayuda a las autoridades de Israel", avanza.