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martes, septiembre 26, 2006

Clarin, dos almas...

Comparto con ustedes un artículo de mi ex vecino en el Tambo, Juan Pablo Cárdenas publicado   en Clarin nombre que recuerda el antiguo  periódico Clarin del cual conversábamos mucho con mi tio Emilio González G en casa de mis Padres.
 
 
Dos almas
 
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escrito por Juan Pablo Cárdenas  
viernes, 22 de septiembre de 2006
Cuando acabó la Dictadura, la política empezó  vivir un período sin perfiles claros, de connivencias escandalosas y de pobres o inexistentes visiones estratégicas. Pinochet permaneció como Comandante en Jefe, ingresó al Senado y hasta fue saludado con consideración por sus antiguos detractores. Los partidos políticos se hicieron rehenes de una transición tímida, cancerberos de las leyes heredadas y se arrodillaron ante los poderes fácticos.


El noble discurso de la “reconciliación” sirvió de pretexto a la impunidad y a la consagración de un orden perverso que consolida la inequidad entre los chilenos y afecta gravemente nuestra independencia nacional y soberanía.
           
Por largos años hablar de derechas o de izquierda resultaba enojoso o nostálgico. Salvo por los ultrismos que siguieron manifestándose, nuestros representantes en el gobierno y el parlamento se constituyeron en una clase política, en una fronda o casta con enorme identidad ideológica y, sobre todo, ensimismada y con una notable destreza para repartirse el poder, disfrutarlo binominalmente y, ahora, heredarlo a sus nuevas camadas.
 
Cumplido el mismo tiempo del pinochetismo, felizmente la política pierde su buena compostura y las dos almas nacionales empiezan a manifestarse al interior de los partidos y las alianzas. Incluso, algunos infiltrados rompen la monotonía y el fair play de los hemiciclos parlamentarios y, sin tapujos, se reconoce que sólo el sistema electoral vigente explica la integridad de los partidos y coaliciones. Así como se acepta que ya una mitad del país no marca preferencia en las elecciones y empieza a desconfiar severamente en la democracia.
 
Por un lado, el alma de quienes creen o se autocomplacen en lo existente. La creencia de que la buena suerte de unos pocos es la única esperanza de los que tienen poco o nada. Que los ricos tengan cada vez más para rebalse en los pobres y un estado que gaste en puentes, carreteras y puertos, pero que se manifieste cicatero en salarios, viviendas sociales, educación y salud. Fin al salario mínimo, a las indemnizaciones por años de servicio, a los sindicatos y a las inspecciones laborales y medioambientales. Loas al superávit estructural, la eficiencia del mercado y a su sacrosanta Ley de la Oferta y la Demanda.
 
El lucro como motor de la historia
 
De otro, quienes añoran del padre generoso que emprende, da trabajo, que reparte mejor aunque nunca alcance para todos y las cifras macro tiriten ante las demandas socioeconómicas. Que no le teme tanto al déficil fiscal, se hace cargo de educar al pueblo, subsidiar los productos esenciales y dejar cada año vacías las arcas fiscales en beneficio del gasto social y la prosperidad de los más débiles. Que cree poco o discretamente en la iniciativa privada y que asume que hay buenos y malos empresarios. Decentes y muchos chupasangre.
 
El poder social como partera del progreso.
 
El alma de los republicanos a medias. De los partidarios de la democracia representativa, del parlamento cupular, del nepotismo y de la posibilidad de buscar alianza con los militares cuando la correlación de fuerzas incline el péndulo de la política hacia los inconformes o desposeídos. Así, también, el alma de quienes prefieren los políticos mandatarios de la voluntad popular, aunque ésta se equivoque o  exagere en sus demandas, métodos y decisiones. Que no le teme al plebiscito, a las marchas callejeras y los paros nacionales. Que odia la trayectoria de nuestros militares, pero muy frecuentemente se encanta con los ejércitos y los caudillos de signo nacional y popular.
 
Dos almas en pugnas en lo que toca a la cultura, la comunicación social y nuestras relaciones internacionales. La de quienes apuestan a nuestro compromiso latinoamericanista y tercermundista; la de quienes quieren ver instalado a Chile en “las grandes ligas” o los todopoderosos del mundo. La de quienes defienden los derechos de los educadores versus la de los pingüinos y jóvenes generaciones. La de aquellos que piensan que la libertad de prensa es el derecho de las empresas periodísticas a no ser molestadas por la autoridad, o la de aquellos que aspirar a un ciudadano informado y conciente. Dos almas que difieren en cuanto al derecho a la vida y la dignidad humana. Los que añoran el látigo y la pena de muerte; los que abogan por el derecho de todos, como de los propios delincuentes. Dos almas que coexisten cada vez más tensas el interior de las instituciones políticas, sociales y morales. Incluso en las propias personas: chilenos y chilenas conservadores, en un sentido; muy liberales en otros aspectos.
 
Formas distintas de concebir el mundo y el futuro que han estado soslayándose,  evitando la controversia. En favor, por supuesto, de una Transición hundida en el tedio. De una política sin imaginación.  En un país que todavía le teme a la diversidad, a la capacidad de nutrirse del choque civilizado de estas dos almas. A hacer luz gracias a sus polos positivos y negativos. Por supuesto que con un buen cable a tierra: una sólida institucionalidad democrática.

http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=4181&Itemid=790

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