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lunes, noviembre 20, 2006

EL BLOG DE LALO DESDE LA BBC

El Blog de Lalo
Raul Binda
Raúl Fain Binda
BBC Deportes

Algunos fanáticos se resisten a dejar de ir a los estadios.

Una tragedia deportiva: la agonía del fútbol argentino

"Muchos creen que el fútbol argentino se ha muerto y que los planes para resucitarlo tienen ese aire de cosa inútil que uno intuye en ciertos cachivaches. Que los signos de vida son imaginados, como las diferentes caras que Borges percibía en un finado durante el velorio."

Cuando escribimos el párrafo anterior, en La Vida es Juego, no estábamos refiriéndonos a la actual crisis en el Torneo Apertura. Corría mayo de 2001 y hablábamos de una calamidad anterior, de otra manifestación del mismo cáncer, que ya entonces estaba haciendo metástasis.

La agonía prosiguió, o el finado mostró una cara diferente, porque en febrero de 2002 tras una nueva barbaridad, escribimos que "lo que está ocurriendo en la Argentina no es la violencia tradicional, la del aporreo y el escupitajo, esa del exceso razonable de los matones. Es la danza de los asesinos, el festín grotesco que se dan con la excusa del fervor popular. Si siguen así van a matar el fútbol argentino, el de mayor vitalidad del mundo entero, el que dio a dos de los cinco mejores jugadores de todas las épocas".

¡Si hasta la violencia de los matones convencionales parecía tolerable, en comparación con los excesos del fútbol! La situación es ahora desesperante. El comentario más lúcido que hemos leído recientemente en la prensa argentina, de Juan Pablo Varsky en La Nación tiene un titular amargo: "Entre todos lo hemos logrado, tenemos el peor fútbol del mundo".

Carlos Ares, otro periodista argentino, ha denunciado la situación durante muchos años. El 7 de marzo de 2005 escribió en El País de Madrid: "La ficción del fútbol argentino se sucede en los campos sobre un fondo de gradas y calles en las que sangra la realidad. Dos muertos en tres jornadas, más de 60 heridos en riñas, cientos de detenidos, jugadores, entrenadores y directivos amenazados y golpeados porque no ganan o no financian a los grupos violentos de las barras bravas".

Hay más culpables que inocentes en el fútbol argentino. Ya no vale eso de "una pequeña minoría". Lo que se debe aceptar, si se quiere salvar por lo menos una parte, es que los culpables son "una gran mayoría".

Están los hinchas violentos, los delincuentes profesionales que se han adueñado de las tribunas; los dirigentes corruptos que alimentan, sostienen y aprovechan a las barras bravas; los policías venales que se reparten el botín con las bandas; los políticos que las utilizan como fuerzas de choque; los jugadores que ceden o callan ante las amenazas, el chantaje, el amaño de partidos; y ciertos medios de difusión y periodistas que no denuncian los casos que conocen, por venalidad o para proteger sus contactos.

La reacción, esta vez, ha sido más enérgica que en ocasiones anteriores. De repente, todos se dan cuenta que el enfermo corre peligro de muerte.

El artículo de Varsky ofrece un buen panorama general. Otro, de Antonio Serpa en Olé, refleja la relación y las presiones entre el poder político y los jugadores, pasando por los clubes. Otro, de Hernán Castillo en Clarín, muestra que el miedo de los futbolistas tiene raíces muy profundas, que las amenazas les llueven durante los entrenamientos.

Eso de la posible muerte del fútbol argentino no es un floreo retórico. El fútbol es producto de un fenómeno social, y una convulsión social puede liquidarlo o impedir su evolución por décadas.

Si los aficionados de buena fe abandonan las canchas, si los clubes se derrumban por la escasez de dinero y la abundancia de roña, si se corta el cordón umbilical entre el pueblo y el juego, el fútbol argentino no podrá sobrevivir.

Es lo que ocurrió con el fútbol húngaro, por ejemplo. Por supuesto que los húngaros siguen jugando, pero el fútbol que puso su impronta en la historia, el que dio a Puskas, Kubala, Kocsis e Hidegkuti, ese milagro de talento e imaginación, se murió en 1956.

¿Quién conoce el metabolismo del fútbol? ¿Cómo explicar la crisis del fútbol uruguayo, tan grande durante tantos años y en picada desde hace cuarenta? Un fútbol que sigue dando perlas (Francescoli, por ejemplo) pero que no puede afirmarse en el plano internacional.

Es que cuando se pierde pie resulta muy difícil recuperar el equilibrio.

Lo de Uruguay no se debe a su reducida población, como creen muchos. De ser por eso, Holanda no sería lo que es en el fútbol internacional.

No, a Uruguay le ha dado un caso extremo de fatiga o desorientación.

¿Por qué, con estos antecedentes, creer que el fútbol argentino conservará la salud entre tanta mierda?

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