Me cuesta entender
Rodrigo González Fernández,director de consultajuridicachile.blogspot.com ha señalado: En lo general concuerdo con don Agustín Squella por esto posteo este blog completo porque va a ayudar a los Chilenos a formarse una idea más clara de lo que nos pasa, la forma en que se vienen dando los cambios en Chile y el cinismo eterno en nuestros politicos que no han logrado un discurso que llegue a todos. Hay otros aspectos que no se tratan como el defensor del pueblo, el lobbying, la participación ciudadana, el derecho a la información.Temas , todos que afectan los derechos humanos y sin embargo se esconden, se evitan o distorcionan
Agustín Squella
Me cuesta entender a quienes eluden todo debate sobre eutanasia, argumentando que la vida es un bien absolutamente indisponible, pero que, a la vez, justifican la pena de muerte, solidarizan con aquel que mata en defensa propia, se muestran comprensivos ante el suicidio de un amigo que padecía una enfermedad terminal, desfilan ante héroes que dieron su vida por la patria, y veneran a mártires que prefirieron morir antes que renegar de su fe.
Me cuesta entender que Chile haya firmado el tratado que creó la Corte Penal Internacional, y que nueve años más tarde permanezca sin ratificarlo, con la sola compañía de Cuba en el ámbito latinoamericano, y sin más razón para ello que Estados Unidos elevará el precio del armamento que nos vende.
Luego del fracaso político y militar de EE.UU. en Irak, me cuesta entender que muchos critiquen recién ahora, por motivos también políticos y militares, lo que hace cuatro años debieron condenar por motivos primariamente morales, como me cuesta entender que Chile no tenga hoy la coherencia ni las agallas, en cuanto a la Corte Penal Internacional, que sí mostró al oponerse a la invasión a Irak, en 2003, cuando se hallaba a las puertas de firmar un tratado de libre comercio con el país invasor.
Me cuesta entender que ser hoy de izquierda pueda consistir en un discurso no anti Bush, sino antinorteamericano, confundiendo a un país con su gobernante; o en frotarse neciamente las manos ante los problemas que vive la DC; o en proclamar que Castro es una figura histórica del siglo XX (Pinochet también lo fue); o en creer que el líder progresista del continente pueda ser ahora un Presidente favorable a su reelección indefinida en el cargo.
Me cuesta entender que un buen remedio para nuestra democracia —la supresión de los senadores designados— haya tenido como efecto secundario que las rentas de aquellos fueran a incrementar las que reciben los actuales senadores. Como me cuesta entender que el cambio que proyecta hacerse al binominal vaya a perpetuar este sistema.
Me cuesta entender que a jóvenes que alcanzan madurez sexual a los 14, y que se casarán en promedio después de los 25, se les prescriba que no pueden tener relaciones sexuales sino hasta cuando se casen, y que, aun sabiendo que las tendrán, se les diga que no deben usar condones ni anticonceptivos, menos si éstos son de emergencia. En suma, me cuesta entender que se puedan cerrar todas las puertas a la natural y legítima sexualidad de los jóvenes.
A propósito de la entrega de la píldora del día después, me cuesta entender que la objeción de conciencia pueda ser refugio de autoridades que se niegan a aplicar la ley y afectan con ello derechos de terceros. ¿Qué diríamos de un juez que se negara a decretar un divorcio porque considera inmoral la ley que lo estableció, o de un director de Impuestos Internos que rehusara cobrar un impuesto que estima inadecuado?
Me cuesta entender que nuestras diferencias valóricas se debatan en el plano religioso —en circunstancias de que personas con fe y sin fe nunca podrán ponerse de acuerdo—, y no en sede moral, donde sí existe la posibilidad, a través de la tolerancia y el diálogo, de llegar a algún tipo de acuerdo. Es menos difícil el consenso en el terreno moral que en el religioso, puesto que las religiones funcionan con dogmas, mientras que la moral lo hace con creencias. Por lo mismo, es más fácil que nos reconozcamos falibles en el terreno moral, y que, en cuanto tales, nos mostremos dispuestos a escuchar los argumentos que otros puedan darnos y a modificar incluso nuestras propias creencias.
Todos tenemos alguna moral, pero no todos tienen religión.
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RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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