Uruguay
El sueño de las centrales nucleares seguras
Eduardo Gudynas
| En los últimos meses ha recrudecido el embate para construir una central nuclear en Uruguay. Sus promotores están en todos los partidos políticos, y apuntan a derogar la ley que prohíbe la generación de energía nuclear en territorio uruguayo.
Este "lobby nuclear" ha ganado mucha fuerza en el marco de una nueva crisis energética. En este duro invierno estallaron problemas con el supergás, lo que dejó al descubierto, en primer lugar, otras dificultades en el manejo de la refinería de La Teja, y más tarde, la falta de acuerdos en una estrategia energética concreta. Parecería que se están ensayando varios casos a la vez: hay un tibio apoyo a las energías renovables, pero a la vez se anuncia que se entrenarán técnicos uruguayos en el manejo de centrales nucleares en Argentina, se dice que usaremos los biocombustibles pero por otro lado se coquetea con la idea de una central a carbón.
En esas marchas y contramarchas siempre aparece la cuestión nuclear. En tanto esa opción despierta los comprensibles temores de la población, ya que todos recuerdan el catastrófico accidente nuclear de Chernobyl, ahora se insiste en que esa tecnología es segura y confiable.
El ex director de energía Alvaro Bermúdez, en su defensa de esa tecnología, ha sostenido que un reactor nuclear sería "absolutamente seguro". Esas declaraciones eran apoyadas por un elenco tan diverso de actores como Carlos Maggi y Alberto Volonté. Mientras eso decía en la radio El Espectador, ese mismo día, al otro lado del mundo, en Alemania, una sección de la central nuclear de Brunsbuettel, ardía en llamas.
Así está el debate en Uruguay. Mientras la prensa propaga la idea de la seguridad, nada se dice sobre los recurrentes accidentes y fallas de las centrales nucleares. Es más, en las últimas semanas se ha insistido en instalar un "reactor del pueblo" ideado por un científico iraní. Es un modelo de reactor que todavía no existe, ya que es un proyecto teórico, y que cuenta con entusiastas defensores a pesar de que no existen antecedentes sobre su real eficiencia, seguridad o costo final.
Aquél programa de radio fue un ejemplo de la pobreza en que se está desarrollando esta discusión, en la que se repiten las voces de aliento en ausencia de argumentos alternativos. Los nuclearistas aprovechan los vacíos de un debate serio, con argumentos a favor y en contra, y avanzan poco a poco. Una parte significativa de la prensa no los enfrenta con preguntas esenciales (ningún periodista hurgó en las contradicciones entre la supuesta seguridad y los repetidos accidentes y fallas de funcionamiento de esas centrales). De esta manera se cae en un entrevero de ideas.
El entrevero de ideas
Hay defensores de la energía nuclear que afirman que es una fuente de energía limpia y por lo tanto "ecológica". Están equivocados. Es cierto que las usinas nucleares emiten menos gases con efecto invernadero, pero generan las basuras más peligrosas que produce el hombre: los residuos nucleares. No sólo son radiactivos, sino que persisten por siglos, y su producción no tiene nada de ecológica. Son dañinos para la salud humana, para la fauna y la flora, contaminan suelos y aguas, y persisten por mucho tiempo.
Esos residuos son uno de los talones de Aquiles de esa fuente de energía. Es indispensable analizar con seriedad cómo se manejarán esos residuos, cuánto costará esa tarea, y cuáles son sus implicancias. Si la Intendencia de Montevideo a duras penas puede con la basura común, es evidente que esas dudas son razonables. Cualquier gestión de esa basura nuclear requiere altos niveles de seguridad, en muchos casos debe ser militarizada por el peligro del uso terrorista, y es, por sobre todas las cosas, muy caro. Pensemos además dónde se ubicará el basurero nuclear uruguayo. Actualmente está en marcha un conflicto vecinal en Empalme Olmos debido a las resistencias a recibir la usina para las basuras del área metropolitana. Si la gente resiste ese basurero, seguramente rechazará todavía más enérgicamente un cementerio nuclear. El basurero nuclear que Estados Unidos planea construir en el estado de Nevada costará por lo menos 60 mil millones de dólares, ¿cuánto costará el nuestro? ¿Los defensores uruguayos aceptarían que se entierren en los sótanos de sus casas productos como Uranio 234 o Plutonio 238, y que deberán vigilar sus descendientes por varias generaciones?
El repetido argumento sobre la seguridad de los reactores nucleares también es incorrecto. No sólo recordamos la tragedia de Chernobyl, sino que un examen del funcionamiento actual de los reactores demuestra que enfrentan fallas y fugas de manera regular, en especial por pérdidas de agua y vapor contaminados. Como comentaba más arriba, mientras en la radio uruguaya se decía que esas centrales eran seguras, no sólo tuvo lugar el accidente alemán en la central de Brunsbuettel, sino que persistió por varios días, arrastrando a su vez a la central nuclear de Kruemmel. A pesar de todo esto, los analistas y la prensa local siguen firmes en ignorar la experiencia internacional.
Las lecciones del accidente nuclear japonés
Poco después del accidente alemán, tuvo lugar otro caso. El terremoto que golpeó Japón el pasado 16 de Julio, provocó daños en la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, la generadora nuclear de electricidad más grande del mundo. Ese caso, también ignorado en los medios convencionales nacionales, encierra muchas lecciones para Uruguay.
Se suponía que esa planta japonesa era a prueba de terremotos hasta de mediana escala, que estaba construida en una zona que no era sísmica, que tenía las mejores tecnologías de seguridad, y que por lo tanto era inocua. En otras palabras, era tan segura como tener una imprenta o una tornería a la vuelta de la esquina.
Primera sorpresa: el terremoto de inicios de julio alcanzó una intensidad mayor a la que podía soportar su estructura. Segunda sorpresa: después del accidente se descubrió que la usina había sido edificada encima de una falla en la corteza terrestre, que hasta ese momento no era conocida. Eso dejó en evidencia que las evaluaciones previas fueron incompletas e insuficientes. Tercera sorpresa: muchos mecanismos de seguridad funcionaron, pero otros no, y se desencadenaron varios problemas, incluyendo pérdida de material radioactivo hacia el aire y el agua.
En Japón, muchos vecinos rechazan la instalación de usinas nucleares temerosos de un posible accidente. Los vecinos de Kashiwazaki-Kariwa denunciaron que esa usina se encontraba sobre una zona sísmica y reclamaron que se detuviera la construcción de nuevos reactores. Perdieron el caso en 2005. En casi todos los casos, las demandas de esos ciudadanos nunca triunfan ya que el gobierno les aseguraba que las plantas son seguras, y que los estudios científicos demuestran sin lugar a dudas que nada malo les ocurriría. Pero una vez más los vecinos estaban en lo correcto, y se equivocaban algunos científicos y casi todos los funcionarios gubernamentales.
A lo largo de esta crisis, el gobierno japonés primero negó fallas en las centrales Kashiwazaki-Kariwa, después negó que estuvieran construidas sobre una falla sísmica, y también negó pérdidas de material radioactivo. A medida que pasaban los días se descubrió que mintió en todos los casos. Finalmente se supo que tuvieron lugar 53 problemas desencadenados por el terremoto, incluyendo un incendio, rotura de cañerías, rotura de envases de residuos radioactivos, y pérdidas de gases contaminados hacia el sistema de ventilación. Primero se negó la contaminación de las aguas del Mar de Japón, para luego tener que admitirlo, y ahora está en marcha una discusión sobre el nivel de radioactividad y sus consecuencias. Finalmente, el gobierno japonés no sólo tuvo que reconocer todos estos problemas, sino que decidió cerrar las plantas por tiempo indefinido.
Algunos dirán que el ejemplo japonés no es apropiado, ya que en Uruguay no padecemos terremotos. Pero la advertencia está en reconocer que siempre hay imponderables, donde las justificaciones técnicas siempre son provisorias. Pero además, este caso muestra la dinámica usual ante el sector nuclear. Sus dueños, usualmente grandes empresas privadas, y los gobiernos, siempre niegan que constituyan un peligro para la seguridad pública, ocultan la información sobre los accidentes, y siempre intentan minimizar cualquier dificultad.
Japón, con 55 plantas nucleares, ofrece muchos ejemplos. En 2003, se debieron cerrar 17 usinas nucleares al descubrirse que la empresa que las operaba falsificaba los reportes de seguridad e inspección, mientras que en marzo de 2007, los dueños de otra central nuclear debieron admitir que habían ocultado información sobre un accidente nuclear crítico en 1999.
Pensando en Uruguay, un país donde los indicadores de calidad de agua de OSE no están disponibles, no se conocen los contaminantes que arrojan las generadoras de electricidad o la refinería de petróleo, ¿quién brindará información confiable y transparente sobre nuestras centrales nucleares?
El ejemplo japonés también advierte sobre el papel de las evaluaciones técnicas. Luego de este accidente, varios académicos especializados en terremotos y seguridad urbana, alertaron que las exigencias de seguridad impuestas por el gobierno japonés eran muy vagas e imprecisas. Incluso denunciaron que algunos de los miembros del comité nacional que diseñaba esos estándares eran técnicos e ingenieros con estrechas relaciones con las empresas de energía nuclear. ¿Qué pasaría en Uruguay? ¿Quiénes establecerían las normas nacionales de seguridad nuclear? ¿Quién controlaría esas centrales?
Finalmente, el caso japonés indica que nadie puede defender con seriedad el mito de las centrales a prueba de fallas. Volviendo al caso alemán, a pesar de su conocida meticulosidad y experiencia, sus centrales han acumulado más de 600 incidentes en los últimos treinta años. La mejor seguridad no evita las fallas, sino que permite enfrentarlas a tiempo, aunque eso hace que los costos de operación se eleven, y que regularmente las plantas deben ser apagadas para revisiones y reparaciones. Justamente ese es el problema con las centrales de Atucha en Argentina o Angras en Brasil. Pero además, los accidentes por más que sean raros o infrecuentes, tienen unos costos enormes y unos niveles de peligrosidad fantásticos.
Autonomía y comercio
Otra línea de defensa apunta a invocar la autonomía energética. En tanto Uruguay carece de petróleo, se razona que con una central nuclear podríamos ser independientes de los hidrocarburos. Hasta donde se sabe, nuestro país también carece de uranio, y por lo tanto también deberemos comprar el combustible nuclear en el exterior. Nos hundiremos en la dependencia de comprar combustible nuclear en el exterior, el que también es escaso y mucho más costoso.
Asimismo, el comercio con ese tipo de combustible no es una cuestión menor, ya que es agudamente vigilado por agencias internacionales y de Estados Unidos. También se examinan las centrales nucleares y se controla el uso de la basura radioactiva, ya que cualquiera de esos pasos no sólo es peligro por sus efectos ambientales y sanitarios, sino por sus posible usos con fines terroristas. No existen revisiones internacionales sobre la refinería de La Teja, pero tenga por seguro que tendremos "inspectores internacionales" que visitarán regularmente nuestros reactores. Además, si decidimos no enterrar la basura nuclear en nuestro suelo, deberemos pagar por alojar esos residuos en el exterior, lo que no será nada barato.
En este artículo se ofrecen sólo algunos argumentos que rebaten la tesis nuclearista. Estas muestras dejan en claro que la energía nuclear no es una opción para el país, donde un examen más riguroso, y con una prensa más incisiva, servirá para volver a dejar en evidencia todos sus riesgos y efectos negativos.
Mitos y sueños en el Uruguay atómico
Incidentes en las tierras de la rigurosidad alemana Lista de las centrales nucleares en Alemania, sus fechas de inauguración y el número de incidentes y accidentes conocidos para cada una de ellas. El promedio aproximado es de 20 incidentes por año. Basado en un reporte de Spiegel, 23 julio 2007.
Una versión resumida del presente artículo se publicó en La República el 14 de julio 2007. La presente versión fue publicada en Factor/S Nº 59, Montevideo, agosto 2007. Reproducido en el semanario Peripecias Nº 60 el 8 de agosto de 2007. Se permite la reproducción del artículo siempre que se cite la fuente. |
Rodrigo González Fernández
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