La violencia y sus causas José María Eyzaguirre G. El asesinato del cabo Cristián Vera y los graves desmanes ocurridos en la noche del pasado 11 de septiembre en diversas poblaciones de Santiago revelan un desquiciamiento, especialmente de los jóvenes. Es necesario precisar quiénes son y cuáles son las causas de su forma de actuar. Se dice que fue sólo "lumpen". Palabra mágica que permitiría eludir toda responsabilidad. No se repara en que "lumpen" es una palabra tomada del idioma alemán en que se la utiliza como sinónimo de proletariado (lumpen: Acort. del al. Lumpenproletariat, lumpenproletariado. Diccionario de la Lengua Española - Real Academia Española). Ciertamente no es ése el significado con que la han utilizado ministros, senadores y prominentes dirigentes de la Concertación gobernante. Se trata de personas chilenas, en su mayoría jóvenes, debidamente organizadas y concertadas para ejecutar actos de violencia armada en diversos puntos de la ciudad de Santiago. La causa de su actuar, según autoridades de gobierno, estaría en la desigualdad profunda que existe en nuestro país entre ricos y pobres. Esa desigualdad efectivamente existe, pero no me parece que sea la causa del grado de violencia y desintegración social que se advierte. A mi entender, las principales razones son: 1. La sistemática destrucción y abandono de las familias de nuestro país. El matrimonio y el hogar bien constituido son instituciones que no merecen apoyo alguno en nuestra sociedad. Más del 50% de los niños nacen fuera del matrimonio y por tanto crecen y se desarrollan en medio de graves carencias. La familia bien constituida es el marco indispensable para la adecuada formación de nuestros jóvenes. El simple emparejamiento transitorio esencialmente disoluble, la llamada familia monoparental generalmente conducida por una madre abandonada y en una condición misérrima; las uniones homosexuales, situaciones todas que la Concertación gobernante ha tratado de equiparar a la verdadera familia, han contribuido a agravar la crisis en que vive un sector cada vez más importante de nuestra sociedad. Lo mismo ocurre con el bombardeo constante tendiente a desvalorizar la misión de la mujer que le es propia y esencial. 2. En segundo término, la falta absoluta de verdaderos valores en la educación que se imparte a la mayoría de la población. Los padres, que son los primeros llamados a educar a sus hijos, han sido privados de hecho de la autoridad que requieren para ello. ¿Dónde están los padres?, preguntan ministros, intendentes y otras altas autoridades. Los padres no están. Son las propias políticas de gobierno las que los han privado de la autoridad y respeto que requieren para el ejercicio de las altas funciones que les corresponden. A sus hijos se les ha inculcado desde la escuela que deben actuar a espalda de sus padres, sin su consentimiento, e incluso contra su voluntad. Los casos cada vez más graves y frecuentes de violencia intrafamiliar, la delincuencia juvenil, la utilización creciente de menores de edad como verdaderas milicias protectoras de los traficantes de drogas, son señales evidentes del desquiciamiento en que ha caído una parte importante de nuestra juventud. 3. En tercer lugar, la ausencia casi total de posibilidades de trabajo para nuestros jóvenes que desde temprana edad deambulan sin destino por nuestras poblaciones, lo que lleva a la formación de pandillas extremadamente violentas dedicadas a la droga y a la delincuencia y que actúan al margen de toda ley o estado de derecho. 4. Finalmente, el flagelo de la droga se ha enseñoreado en nuestras poblaciones y en los estamentos más modestos de la sociedad. Las políticas aplicadas han sido fundamentalmente represivas, con un resultado desastroso. Este conjunto de hechos y políticas está conduciendo a una degradación de una parte muy importante de nuestra sociedad irremediablemente dividida en dos estamentos separados por un abismo infranqueable. Las medidas que se anuncian son claramente insuficientes, e incluso ineficientes. Así, por ejemplo, el control de armas que se propicia dejará aún más expuestas a las víctimas de la violencia, quedando el camino expedito a los delincuentes, los pandilleros, los traficantes, quienes no se someten a ninguno de dichos controles. |
Posteado por El Mercurio a las Septiembre 26, 2007 |
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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