Laetitia Casta la mujer salvaje
Su aparición en la última ceremonia de los César, los premios del cine francés, levantó un gran revuelo: Laetitia Casta, al aque los medios franceses denomionaron en su momento la nueva Brigitte Bardot, había conseguido una nominación como mejor actriz secundaria precisamente por interpretar a la célebre actriz francesa en 'Gainsgourg, vida de un héroe'. Y ella actudió con un vetido transparente de gasa negegray pedrería que quedara´para los anales de la ceremonia.
Sus detractores pensaron,una vez más, que quería llamara la atención por encima de todo. Pero la lógica de Letitia fuciona de manera diferente: para ella, ese momento era uno de los más importantes de su vida y quiso convertidos en un homenaje a la persona que había profetizado desde sus primeras apariciones en la pasarela que se convertiría en actriz: el modisto Yves Saint-Laurent. "Me puse ese vestido en su honor",cuenta. Para que su mentor estuviera presente, de alguna forma, en su ascenso al Olimpo de los actores respetados. Llevaba 20 años esquivando críticas porque había empezado como modelo y su belleza carnal, sus medidas de libro (90-60-90) y su sensualidad la abían convertido en una de las top más cotizadas y deseadas del mundo. Ahora, por primera vez la tomaban en serio, a sus 33 años y tras más de 15 ante las cámaras.
"Saint-Laurent me sujetaba la mano cuando yo temblaba, antes de salir a los desfies, y fue quien me ayudó a exteriorizar mi feminidad", contaba hace unos meses en una revista francesa. "Yo no quería ir a la ceremonia, prefi ero estar en mi mundo, pero cuando me decido, nunca hago las cosas a medias", añade.
Desde luego, su aparición no dejó a nadie indiferente. Esa es una de las cosas que defi nen a la Casta: la pasión. "Siempre he sido así: veo el fuego, me asusto, pero luego me meto en él", aclara. Y las pasarelas, según ha reconocido muchas veces, le salvaron la vida. Vio en ellas la posibilidad de dejar atrás el aburrimiento de una existencia convencional y se lanzó a fondo: si Jean-Paul Gaultier, su otro gran amigo de los comienzos, le pedía que se diera una ducha de agua fría en la pasarela, ella lo hacía.
El primero que se fi jó en ella, a principios de los años 90, fue un fotógrafo de la agenciaMadison, durante unas vacaciones familiares en la playa de San Ambroglio, en Córcega,de donde procede su padre. De pronto, con 15 años, se encontró haciendo castings para Gaultier. "Todas las chicas que estaban allí llevaban el pelo rojo y un look punk. ¡Y yo llegaba directamente del colegio con mi cartera en la mano! Llamé a mi agencia para comprobar que no me había equivocado de sitio. Fue mi aspecto inocente lo que marcó la diferencia", relata.
DESPEGUE HACIA EL ÉXITO. Ahí comienza una carrera triunfal: las portadas de las mejores revistas de moda del mundo y campañas para Chanel, Givenchy, Ralph Laurent... Y Saint-Laurent, con el que fragua una amistad indestructible. Será ella quien acompañe al modisto en su último recorrido por la pasarela, cuando decide retirarse a fi nales de los 90.
En 1998 es elegida la mujer más sexy del mundo por la revista Rolling Stone. En Francia es un mito: en 2001 es elegida como modelo del busto de Marianne, el símbolo de la República francesa, para el que han posado antes que ella la propia Bardot, Catherine Deneuve o Inés de la Fressange.
Es también a golpe de corazón e instinto como va tomando forma su carrera en el cine. Con 20 años se convierte en otro símbolo francés para su primer papel: Falbala, la enamorada de Obélix, en "Asterix y Obélix contra César". Encadena los papeles con los mejores directores y actores franceses y, en 2004, debuta en el teatro con la emblemática "Ondine", de Jean Giraudoux. "No planifi co nada, me muevo porque siento un fl echazo con el papel", afi rma. Cuando habla de los personajes que interpreta y cómo los prepara menciona sensaciones, olores, miedos y obsesiones personales. Y fue precisamente su acercamiento al sex-symbol por excelencia, la Bardot, lo que le permitió deshacerse de ese peso de mujer sexy: "Al principio ese papel me daba miedo, pero luego me di cuenta de que era la ocasión de terminar de una vez por todas con ese lastre y pasar a otra cosa. ¿No querían una mujer sexy? Pues iban a tenerla". Y de ese modo consiguió su nominación a los premios César como actriz secundaria.
Simone, la mujer que interpreta en "La guerra de los botones", confi rma su liderazgo en el cine francés. Es un pequeño papel secundario, pero de nuevo Laetitia encarna a una mujer fuerte y comprometida con su visión de la vida: Simone es la encargada de la mercería del pueblo, secretamente enamorada del maestro, con el que tuvo una antigua relación, y esconde en su casa a Violette, una adolescente judía que se ha refugiado en el campo huyendo de la menaza nazi. ''Tenia ganas de hacer una película tradicional, con buenos sentimientos, sencillos y generososo. Y el hecho de estar ambientada en los años 40, en plena época de la ocupación, añade interés, emoción y suspense a la historia''. Los grandes protagonistas son los niños y su aprendizaje de la vida y de la libertdad. ¿Cómo fue su propia infancia? ''Feliz, pero siempre hubo en mí un cierto sentimiento de melancolía. No esperaba nada de la vida, vivía en una burbuja. Ahora esa burbuja tiene puerta y ventanas. Me siento más abierta''.
Esa es otra de las cosas que caracterizan a esta mujer imprevisible:una extraña mezcla de alegría y nubes, de ligereza y reserva. "La vida no es fácil para nadie y menos para las mujeres que, todavía hoy, tienen que luchar para encontrar y defender su espacio, sea en el trabajo o en la maternidad", afi rma.
Laetitia vive en París con el actor italiano Stefano Accorsi, su pareja desde hace 11 años y padre de sus dos hijos pequeños, Orlando, de cuatro años, y Athena, de dos. Tiene, además, otra niña, Satheene, de nueve años, hija del fotógrafo Stéphane Sednaoui.
"Mi vida es de lo más normal. Cuando me despierto por las mañanas no veo en Stefano al actor, sino al compañero. Hago lo que todo el mundo: cojo el autobús para llevar a los niños al colegio, voy al supermercado, preparo mousse de chocolate... He aprendido a confundirme con la gente, a ser un camaleón. Mi imagen es como un post-it que pongo y quito, me hubiera vuelto loca si no con todos esos desdoblamientos de personalidad.Y la vida cotidiana es mi ancla, lo que me retiene con los pies en la tierra, como cuando uno se come un buen filete".
CUERPO Y ALMA. Esa naturalidad que la lleva a describir sus papeles por el olor que le inspiran (en el caso de "La guerra de los botones" el de una cartera de colegio recién estrenada) la lleva también a declarar que no se siente impresionada por la mentalidad intelectual. "Admiro a las personas que consagran su existencia a la lectura y a la refl exión, pero cuando sus puntos de vista no son sinceros me irritan, porque creo que impiden ver las cosas bellas de la vida". Se indigna cuando los periodistas le preguntan si le gusta exhibirse, a propósito del vestido de los César o de su turbadora participación en el vídeo de la cantante Rihanna, llena de poses sexys. Muy al contrario, dice ser púdica y tímida. "Quitarse la ropa interior no tiene nada de vulgar. Lo que es vulgar es hurgar en la intimidad de una persona. Siempre he evitado esa clase de exhibición". Pero reconoce su contradicción abiertamente, aunque no se arredra cuando un periodista, dice, trata de encasillarla en un papel de guapa tonta: "Digo lo que pienso y si sus preguntas me parecen poco interesantes, ¡también!".
Actuar es lo que le permite salir de su burbuja. "Es lo que me hace feliz,
lo que me permite exteriorizar sentimientos y emociones. Aunque ya interpretaba personajes cuando trabajaba con Saint-Laurent o Gaultier. Entonces había más creatividad, más ligereza, más libertad. En el cine es todo más rígido". ¿Le preocupa la pérdida de la belleza? "Me da igual, son los demás los que ven cosas en uno, es su problema. A mí me interesa ir más allá de una cara. Cuando pasa la belleza, lo que queda es la emoción".
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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