El incómodo discurso de las mujeres
Por: Carlos Uribe de los Ríos
8 de marzo de 2007
Fiesta de zalamerías
La influencia nefasta de los intereses comerciales y la fácil y previsible presencia de los valores más tradicionales, han venido logrando que la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, se convierta en una ocasión más para los agasajos, las flores, los detallitos y las zalamerías.
Muchas mujeres y organizaciones, lideradas por las feministas hay qué decirlo- lograron que se oficializara el 8 de marzo como día en el que se conmemora la lucha de las mujeres contra la discriminación, el sometimiento, el ocultamiento y la violencia. La fecha se escogió, como se sabe, para recordar la inmolación a la que fueron sometidas más de 100 trabajadoras de una planta textil en Nueva York, a comienzos del XX, cuando el dueño las encerró y les prendió fuego porque reclamaban derechos laborales.
Ahora, creyendo que se trata de ocasión propicia para el halago y la conquista, se programan eventos en empresas donde lo que prima es el galanteo. Oportunidad para soltar los perros, y ya. Que gracias, que eres muy bella, que sos fundamental en esta oficina, que todo te queda perfecto, que sin vos no sería igual, que por fortuna aquí hay mujeres que nos ayuden, que cuándo salimos. Y así, hasta el escamoteo.
Pero hay que insistir con rigor en que el 8 de marzo no es una fiesta, propiamente. Es una ocasión para la reflexión, para pensar sobre cómo las mujeres han sido sometidas culturalmente, invisibilizadas, relegadas a espacios cada vez más estrechos y despojadas de su autonomía. Mejor, cómo nunca se les ha reconocido.
La saturación y la indiferencia
Los discursos sobre las mujeres, los reivindicativos, resultan contestatarios y con frecuencia chocantes para muchas audiencias. Lo menos que logran son reacciones prevenidas, llenas de desconfianza. Y resulta por lo menos curioso y quizás preocupante- que a los jóvenes, mujeres y hombres, les parezcan resabidos y pasados de moda.
Los argumentos sobre esta percepción, pues es tan solo eso, se cifran en que se trata de un discurso viejo, que viene desde finales de los 70 entre nosotros, repetido y monotemático, que se saben de memoria. Además, que estas cosas han cambiado, que los hombres de hoy son distintos y que no hay que ponerse a llorar sobre lo mojado sino echar para adelante. OK.
Pero en ese contacto diario con los y las jóvenes, desde la clase y la cafetería en la universidad, se da cuenta uno de que las razones esgrimidas con fuerza y a veces furor por las feministas tienen razón aún, siguen vigentes, pues en muchas familias colombianas las cosas no han cambiado para nada. Las mujeres siguen estigmatizadas, ocultas, sometidas, sin espacios propios, sin lugar a la autonomía. Cuando no es la violencia física la que se ensaña y mantiene su presencia y su dominio, gracias a la amenaza y al terror.
Los hombres jóvenes se sienten ajenos, en general, a la crítica de las mujeres sobre la sociedad, sobre los varones y sobre ellas mismas. Les parece que las mujeres hablan para sí mismas, entre ellas mismas, en sus propios términos. Su conclusión es la indiferencia, cuando no la risita. Talvez los gays sean más sensibles a estos discursos, pues no en vano sufren circunstancias comunes. Entre las mujeres jóvenes obviamente hay algunas que se sienten tocadas por estos temas. Pero la mayoría asume una actitud de sobradez que causa perplejidad. Y piensa uno entonces que sólo cuando sientan en carne propia se haga patente- la discriminación, van a sentirse vulneradas. Como si ni siquiera lo que viven en sus familias, o en su cuadra o en su edificio o en su barrio las afectara.
La contundencia de los datos
Para los escépticos a veces son mejores los datos y las estadísticas que las propias experiencias:
- Fuentes oficiales revelaron que en México el 90 por ciento de los menores de edad, víctimas de palizas y abuso sexual, son niñas, quienes además reciben una alimentación inferior en calidad y cantidad a la de los niños y otros miembros de la familia.
- En Nicaragua, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las hijas e hijos de madres golpeadas tienen tres veces más probabilidad de necesitar atención médica. Un 63% de niñas y niños expuestos a violencia intrafamiliar repite por lo menos un grado escolar. En promedio, abandonan la escuela a los 9 años.
- Según el Instituto Nacional de Medicina Legal de Medellín, Colombia, uno de cada 10 casos de abuso sexual se da contra niñas menores de 4 años.
- De acuerdo con el BID, en varios países latinoamericanos la violencia ejercida contra las mujeres en el ámbito familiar, conduce a la caída en la calidad de vida, al aumento en las tasas de mortalidad y a una mayor inestabilidad laboral.
- El PNUD, en su informe sobre Desarrollo Humano 2000, estima que entre el 60 y 70 por ciento de las mujeres en Colombia ha sufrido en carne propia alguna modalidad de violencia (maltrato físico, sicológico o sexual). Pero menos de la mitad busca ayuda y apenas el 9 por ciento denuncia la agresión.
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